Carta de medidas contra la violencia inmobiliaria y urbanística


Aunque con la decisión del Consell Consultiu de la Generalitat -según la cual es anticonstitucional obligar a un propietario a poner en alquiler una vivienda vacía- corren malos tiempos para estas cosas, no me resisto a colgar este texto lleno de raras obviedades. Para adherirse se les puede enviar un email, y aquí hay más información.



Carta de medidas contra la violencia inmobiliaria y urbanística

Soñar con un piso en condiciones adecuadas se ha convertido en una pesadilla para un gran número de habitantes de Barcelona. Según datos oficiales, tan sólo desde finales de 1997 hasta la actualidad los precios de los pisos han subido más de un 150%, mientras que los ingresos netos salariales en los sectores con convenio subieron sólo un 34,5%. El endeudamiento medio de los hogares pasó del 45% en 1990 a más del 60% en 2004. El precio medio de los alquileres en el Área Metropolitana subió de 355 euros en 1999 a 617 en 2004. Al mismo tiempo continúa aumentando el número de pisos vacíos: según el censo de 2001, sólo en la provincia de Barcelona la cifra superaba los 300.000 (y ha continuado creciendo con unas tasas excepcionales).
La conversión de la vivienda en pura mercancía y objeto de especulación ha creado un círculo vicioso de presiones y miedo que precariza las condiciones de vida de amplias capas de la población. Cada vez hay más personas que se ven obligadas a irse de la ciudad e instalarse a una distancia de hasta 50 km debido a que no pueden encontrar un piso asequible. Y cada vez hay más personas obligadas a jornadas laborales extenuantes en trabajos cada vez más precarizados para pagar su hipoteca o alquiler. Pero aún así para muchos no alcanza: sólo en 2002 hubo 3.675 desahucios en Barcelona.
El hecho de que la ciudad de Barcelona se haya convertido en las últimas décadas en una ciudad marca, donde se ha puesto en funcionamiento un modelo que convierte el territorio urbano en un factor productivo en sí mismo, ha abonado el terreno para la proliferación de la violencia inmobiliaria y urbanística. Esta violencia desencadenada por el «libre mercado” y asistida por la Administración mediante sus planes de transformación urbanística, provoca una devastación del tejido urbano que produce desplazamientos de población, desahucios y el secuestro del espacio público. Esta especie de limpieza social y de higienización del espacio público también está detrás de la campaña neoconservadora de civismo iniciada por el Ayuntamiento para desviar la atención sobre las disfuncionalidades de su modelo de ciudad.
Es en las zonas afectadas por procesos de transformación urbanística (Ciutat Vella, Poble Nou, Sants…) donde el llamado «mobbing inmobiliario” se cobra el mayor número de víctimas y donde un mayor número de personas tiene que abandonar su hogar por los aumentos de alquiler abusivos, o simplemente porque el propietario quiere especular con los pisos. Por otro lado, esta selva inmobiliaria ha generado formas de organización vecinal que se enfrentan desde la/s Barcelona/s real/es al modelo Barcelona: una resistencia ampliamente extendida a la especulación y un no a cada plan urbanístico.
El acuciante problema de la vivienda ha sido un banderín en los programas electorales de todos los partidos que han ascendido al poder en los últimos años. Sin embargo, las medidas anunciadas por los actuales gobiernos de «izquierdas” –como p.e. las subvenciones a los propietarios para fomentar el alquiler de los pisos o los planes de vivienda– están lejos de cumplir su promesa de «garantizar el derecho a la vivienda y a la ciudad”, puesto que no contemplan ninguna medida de regulación del mercado.
Por todo lo expuesto, exigimos a los partidos de gobierno que dejen de vulnerar los preceptos de la Constitución española (en concreto el art. 47, que les obliga a «promover las condiciones necesarias y establecer las normas pertinentes para hacer efectivo el derecho a una vivienda digna y adecuada, regulando la utilización del suelo de acuerdo con el interés general para impedir la especulación”) y que cumplan sus compromisos adquiridos con la firma de convenios internacionales de salvaguarda del derecho a la ciudad.
Con el objetivo de hacer efectivos dichos derechos a la vivienda y a la ciudad, exigimos a la Generalitat y al Ayuntamiento que inicien los pasos necesarios para la adopción de las medidas siguientes:
1. Limitación del precio de los alquileres y del precio de los pisos, de modo que no tengamos que pagar nunca más del 30% de nuestra renta por el alquiler o la hipoteca. En el caso de las personas cuyos ingresos no superen los 1.283 euros al mes (2,5 veces el salario mínimo interprofesional), el precio del alquiler o de la hipoteca no podrá superar nunca el 20% de los ingresos disponibles (tal como lo establece el «Pla per al dret a l’habitatge” de la Generalitat en algunas de las subcategorías de sus pisos de protección).
2. Moratoria de los PERIs y reformas urbanísticas, hasta que se haya realizado un estudio de impacto social y medioambiental en cada una de las actuaciones y hasta que no se hayan elaborado mecanismos para garantizar la participación real de los vecinos en cualquier decisión que afecte su entorno vital.
3. Reforma de la Ley de Arrendamientos Urbanos (LAU). En concreto, derogación del art. 9° del Decreto Boyer que establece la supresión de la prórroga forzosa, así como del apartado 1 del art. 9° de la LAU de 1994 que establece un máximo de cinco años de vigencia de los contratos de alquiler. E inicio de un amplio proceso de debate y consulta que deberá llevar a la elaboración de una nueva LAU que haga efectivo y garantice el derecho a la vivienda.
Por otro lado, el dramatismo de la situación actual exige una solución inmediata de los casos más extremos provocados por la violencia urbanística e inmobiliaria. Por lo tanto, y mientras no se hayan satisfecho los tres puntos anteriores, reclamamos la aplicación inmediata de las siguientes
Medidas de emergencia
• Medidas que hagan efectiva la transparencia de los Registros de la Propiedad; por ejemplo, la obligación de informar a todas las partes implicadas en la venta de una finca o de un piso, y la publicación mensual o trimestral de las operaciones de compra-venta realizadas en un mismo registro (y divididas por fincas).
• La condición, para la concesión de subvenciones para la rehabilitación de edificios, de una moratoria de cinco años en los precios de los alquileres y de un aumento ajustado estrictamente al IPC una vez finalizado este plazo.
• La penalización de los inmuebles vacíos, sin utilizar o abandonados (mediante el aumento del IBI, la amenaza de expropiación o la cesión forzosa).
• La despenalización de la ocupación de inmuebles abandonados, con la abolición de las penas de multa, prisión y condena en costas que actualmente recoge la ley.
• La revocación de los documentos de propiedad de un inmueble a partir de los cinco años de abandono.
• La prohibición de venta de suelo público.
• La tipificación de las prácticas de acoso inmobiliario (mobbing) como vulneración del derecho a la vivienda y su sanción con penas proporcionales a la importancia del mismo. En el caso de la participación en estas prácticas de miembros del Registro de la Propiedad, funcionarios municipales o autonómicos, sociedades mixtas público-privadas y administradores de fincas, una primera medida debería ser su inhabilitación para cualquiera de estos cargos públicos.
• La intervención de las instituciones municipales y autonómicas como acusación pública en casos de acoso inmobiliario denunciados por vecinos, como medida disuasoria para contrarrestar la impunidad con la que actúan empresas y particulares en este sector.
Dada la extrema gravedad de la situación y mientras no se apliquen las medidas exigidas en este documento, los abajo firmantes hacemos una llamada a emprender acciones de desobediencia civil que visualicen la insostenibilidad del modelo actual y que generen redes de defensa, lucha y resistencia contra la violencia inmobiliaria y urbanística.

Escrito en algún lugar de la selva inmobiliaria, septiembre de 2005

El derecho a la vivienda golpea la puerta de Europa

parece que en Europa se están organizando las reivindicaciones en torno a la vivienda... Esto, en concreto, es un manifiesto de la Alianza Internacional de Habitantes (IAI).



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Declaración
¡Por el derecho a la vivienda y a la ciudad en toda Europa!



Bruselas, 5-6 de Noviembre de 2007



Mala vivienda, ausencia de techo, situaciones de peligro sanitario, violencias sociales y físicas,
expulsiones, precios inalcanzables… Por toda Europa millones de personas sufren los mismos
efectos dramáticos de un mercado inmobiliario e hipotecario sometido a una rentabilización
explosiva. Las respuestas políticas no son hoy insuficientes si no contrarias a la defensa de los
derechos a la vivienda y a la ciudad.
Nuestro movimiento de convergencia europea, dirigido a ganar estos derechos, y la red que
estamos tejiendo encuentran una base sólida en la celebración de estas dos jornadas en que se han encontrado más de 130 participantes de 13 países, en representación de diversas organizaciones, autoridades locales, movimientos sociales, ONG, asociaciones de habitantes e inquilinos, organizaciones de mal-ubicados y de sin-techo, sindicatos, gestores de vivienda social,
cooperativas, diputados progresistas del Parlamento Europeo…
Nos comprometemos a extender esta red a todos los países del continente europeo y a todo aquél que quiera participar, sobre una base de principios compartidos por la defensa y la promoción del derecho a la vivienda y el derecho a la ciudad.
Reivindicamos el derecho de los ciudadanos a ser decisivos en la gestión sostenible de lo urbano y del territorio. Esta ciudadanía debe encontrar su medio de expresión en el dominio público del suelo y en la promoción del conjunto de derechos que se materializan en este suelo: vivienda, energía, agua, medio ambiente, educación, trabajo, movilidad, sanidad, ocio…
Queremos una ciudad donde se viva realmente en comunidad, una ciudad fuente de progreso
social. Rechazamos que sea un espacio de exclusión para sus habitantes. Combatimos su
mercantilización, su privatización y toda forma de corrupción o de coacción hacia sus habitantes: expulsiones, desplazamientos de población, segregaciones urbanas…
Queremos el reconocimiento textual del derecho a la vivienda, exigible en los hechos y respaldado por una verdadera intervención pública, para la que pedimos nuevos medios y formas políticas a nivel estatal y europeo, aprovechando lo mejor que haya en cada país.
Queremos solidarizarnos abiertamente con la lucha encabezada por los defensores de estos
derechos en toda Europa. Apelamos a estas fuerzas progresistas, a estos actores institucionales, a todas estas redes de personas y organizaciones a constituir asambleas estatales de convergencia y a participar en la organización de las próximas citas europeas, particularmente en el próximo encuentro europeo que queremos celebrar durante el próximo Foro Social Europeo en Mälmo en septiembre de 2008 y la acción que encabezaremos en ocasión de la próxima reunión europea de ministros de la vivienda, prevista en Francia para octubre de 2008.
Queremos convertir en permanente el intercambio de experiencias, de acciones y de
posicionamientos, así como nuestro trabajo para la construcción de una plataforma europea
unitaria y movilizadora. Queremos dotarnos de los instrumentos de comunicación para ello y
constituir un secretariado técnico abierto a todas las buenas voluntades y a todos los medios que cada integrante pueda aportar para la consecución de estos objetivos.



El secretariado técnico



A partir del contenido de los debates de la Asamblea Europea para el Derecho a la Vivienda y la Ciudad, celebrada el 5 y el 6 de noviembre de 2007 en el Parlamento Europeo de Bruselas.

clausura de las Jornades Doctorials

Transcribo aquí abajo el parlamento de un becario que pidió la palabra durante la Jornada de Cloenda de las JJDD y que se atrevió a decir lo que muchos pensábamos.

Conviene contextualizar la intervención acertadísima de este chico. Aprovechó in extremis el "coloquio" abierto tras las siguientes conferencias:


11.00 - Presentació de les ponències per la Sra. Iolanda Font de Rubinat,
sotsdirectora general de Recerca del DIUE.
. «Valorització de la recerca i foment de l’impuls emprenedor en R+D+i» a càrrec del Dr. Antonio Parente, director de LIPOTEC, S.A.
. «De la universitat a l’empresa» a càrrec de la Dra. Antònia Martí, creadora i assessora científica de la spin-off THERA.

Como se advierte en títulos tan prometedores, llevábamos un buen rato sentados en el Paranimf y escuchando (o haciendo como que escuchábamos) más de lo mismo: dos doctores que han tenido éxito empresarial y venían a contarnos su experiencia salpicada de anglicismos. Así que, por clamor popular y gracias a la iniciativa de este becario, el coloquio versó sobre otros temas más urgentes:


Som a última hora, abans que ens donin els diplomes, però algú havia de
fer un comentari […].


Francament, de la mateixa manera que durant aquestes quatre jornades, també amb les dues ponències d’avui, a mi personalment em sembla que em parlin en xinès. Estic fent recerca sobre un pensador del s.IV que es diu Agustí d’Hipona i veig una mica complicat que cap empresa li interessi mínimament la meva recerca. Això és així, ho assumeixo i no hi ha cap problema. El que passa és que, durant els quatre dies de les jornades i avui un pot acabar pensant que no, que la seva recerca potser és útil per sortir al món empresarial, etc. Però la meva recerca continua sent inútil des del punt de vista comercial. Crec que és bo que sigui així. I aquest em sembla que no és només el meu cas. És el cas de molts dels companys que son aquí, especialment si venen de la branca d’Humanitats. I perquè precisament sabem molt bé on som, combinem el doctorat amb altres activitats [...]. Perquè si aquestes Jornades Doctorials ens han d’ajudar a entendre qui som... Si per exemple fent el projecte d’innovació que vam fer a les jornades havíem
d’aprendre a innovar, és com jugar al Monopoly per fer gestió immobiliària [...].


Potser un comentari més general que valdria la pena i que ens afecta a tots, encara que a última hora: el rei va nu absolutament, el rei va nu. Tots els que som aquí, i els qui hem assistit a les quatre jornades, hem vingut estrictament per coacció laboral. I això em sembla que s’havia de dir.


[aplaudiments]


És que sinó podria semblar que som aquí per voluntat pròpia, i no sé si hi ha algú que hi sigui per voluntat pròpia, però a nosaltres se’ns ha dit, o veniu a les jornades, i veniu a aquest acte de clausura, o no us renovem el contracte l’any vinent. Per tant, la immensa majoria hi som obligats i coaccionats. Em sembla que no és manera de tractar joves investigadors obligar-los a assistir per coacció laboral a unes jornades, com si tinguessin setze anys i anessin de colònies, sinó que això hauria de ser absolutament voluntari.


Per tant, una petició molt concreta: aquest hauria de ser l’última edició de les doctorials que és obligatòria. Qui hi vulgui anar, està molt bé, tothom té els seus interessos, ja se sap, però que sigui obligatori... Estem parlant de quatre dies i tres nits durant les quals no et pots moure de Collbató. El meu contracte laboral [no ho contempla]. La segona opció, associada a la primera, si les jornades son voluntàries, els 1100 euros que els hi ha costat per cadascun dels assistents a les jornades, que no és poca cosa, seria un detall que ens els deixessin gestionar a nosaltres.


[aplaudiments]



Después de la intervención del becario hubo dos o tres más en la misma línea, y la Sra. Font de Rubinat iba tirando balones fuera, pasando la palabra a los ponentes o simplemente negando una contestación. Pero, en vista de que la situación se le escapaba de las manos, optó por clausurar el acto, apresuradamente y antes de la hora prevista, con la excusa de que no se estaba aprovechando el turno de palabra para su finalidad original, formular preguntas a los ponentes.
Así que pasamos a la entrega de premios (a los mejores pósters y al mejor "proyecto innovador"), oficiada por uno de los organizadores de las Jornadas, el profesor de la Facultad de Química Pere L. Cabot. Para terminar, el rector Màrius Rubiralta le leyó la cartilla al más vehemente de los becarios y luego pasó a hablarnos largo y tendido sobre la globalización, en una pirueta retórica que no logré interpretar. Aún intervinieron dos personas del Departament d’Innovació, Universitats i Empresa y de la Direcció General de Recerca para decirnos que se tendrán en cuenta las propuestas de mejora.



Finalmente nos dejaron salir al pasillo en busca de los diplomas de asistencia que, ahora sí, nos acreditan como merecedores del cuarto año de beca-contrato. Los diplomas, irónicamente, iban acompañados de una camiseta con el lema: "La recerca, motor de Catalunya".



"Jornades Doctorials"




En el debate público aparece con frecuencia la preocupación por la situación precaria de la Universidad y de las instituciones públicas de investigación. También es habitual oír hablar de las dificultades con las que tropiezan quienes se proponen desarrollar su vida profesional en estos ámbitos. Normalmente se atribuye estas dificultades a una escasez de recursos que resulta paradójica en los tiempos que corren, cuando la importancia de la investigación está cada vez más presente en la grandilocuencia de los discursos políticos.
Quizá por ello el objeto de este artículo resulte inaudito, casi inverosímil: por una vez, al menos aparentemente, se tira la casa por la ventana en la formación de los investigadores. La Generalitat de Catalunya, por medio de la Agència de Gestió d’Ajuts Universitaris i de Recerca (AGAUR), dedica una importante partida presupuestaria a organizar un evento denominado “Jornades Doctorials. Desenvolupament professional dels doctors i formació en la gestió de l’R+I”. El irritante neologismo “doctorials” indica quiénes son los destinatarios: los becarios predoctorales, en este caso beneficiarios de las ayudas para la formación de investigadores (FI) de la Generalitat de Catalunya. En concreto, los becarios que se encuentran en el tercer año de su trayectoria predoctoral y aspiran a obtener la tercera y última renovación anual. Desde 2005, esta renovación está condicionada a la asistencia a las “Jornades Doctorials”, inspiradas en un antecedente francés (las “Journées Doctorales”), pero con el añadido de la obligatoriedad marcando un evento muy sintomático de los últimos desarrollos que se viven en el mundo universitario.
Desde el establecimiento de la obligatoriedad de las “Jornades” se han venido celebrando tres ediciones cada año con casi un centenar de participantes en cada una. Entre ellos, además de los becarios FI, se cuentan algunos asistentes voluntarios procedentes de otros programas predoctorales. El coste del evento por cada asistente, según la propia AGAUR, es de 1100 euros, una cantidad que merece ser contextualizada: cada una de las doce pagas netas de un becario predoctoral de la Generalitat no alcanza los mil euros (lo que les salva de engrosar, por tanto, la filas del tan traído y llevado “mileurismo”).
Durante cuatro días, el centenar de becarios se aloja a pensión completa en un lugar aislado e inaccesible en transporte público, la “Escuela internacional de Alta Dirección y Administración de empresas de Barcelona”, un complejo privado ubicado al pie de Montserrat. Por las instalaciones, además de los organizadores de las universidades, van pasando representantes de diversos organismos y empresas que participan en las actividades. Las jornadas son maratonianas y no existen períodos de tiempo libre ni la posibilidad de ir a dormir a casa. Naturalmente, las cuarenta horas semanales exigibles a los becarios se completan y se exceden en un tiempo récord, y no existe ninguna disposición especial para los participantes con responsabilidades familiares. Además, se controla la asistencia a todos y cada uno de los actos, ya sea de manera informal en las actividades por pequeños grupos, ya sea mediante el registro de firmas en los actos plenarios. Estos controles de asistencia son una novedad de 2007 que, probablemente, pretende acabar con las conductas resistentes de quienes otros años se quedaban en su habitación.
La justificación de la obligatoriedad de las “Jornades”, repetidamente escuchada de boca de los organizadores cada vez que se hace evidente el descontento entre los asistentes, resulta paternalista e infantilizante. Al parecer, la AGAUR vela por el futuro más que incierto de los becarios predoctorales, quienes, tras estos años asomados al espejismo de la profesión de investigador, corren el peligro de haberse hecho ilusiones respecto a una posible salida laboral relacionada con su vocación. Las “Jornades Doctorials”, en este contexto, han de ser el antídoto, el golpe de realidad que les ayude a ensanchar la mirada y a barajar otras posibilidades. O, mejor dicho, la alternativa que se presenta como única: el prometedor mundo de la empresa. Todos los futuros doctores, incluidos, según se enfatiza, “los de letras”, pueden hacer sus pinitos en el sector privado siempre y cuando sean lo suficientemente flexibles, ambiciosos y creativos como para “inventarse su propio puesto de trabajo” (sic). Ante tan alto cometido, los organizadores no dudan en usar los medios a su alcance para que incluso los más recalcitrantes se dejen guiar. Porque, al fin y al cabo, ¿qué hay de malo en hacer depender de la asistencia a las “Jornades Doctorials” la continuidad de las becas? ¿Qué son cuatro días de encierro en comparación con cuatro años de sopa boba a cargo de la Generalitat? A quienes les surge alguna dificultad para asistir se les advierte de que su sustento durante el próximo año corre peligro y, en todo caso, se les concede una renovación condicionada o veinticuatro horas de gracia para ausentarse (sin que, por supuesto, les sea facilitado un medio de transporte para ir a cumplir con sus otras obligaciones a cuarenta kilómetros de distancia). Incluso en casos extremos, como la muerte de un familiar, continúan las advertencias, obviando que cualquier trabajador tiene derecho a varios días libres en tales circunstancias.
Quien asiste a tantos despropósitos no puede evitar pensar que es en ellos donde se revela la verdadera naturaleza autoritaria e impositiva del evento. Resulta increíble que el factor que legitime la renovación de la beca sea haberse sometido a cuatro días de entrenamiento pseudoempresarial, y no tanto haber desarrollado adecuadamente un proyecto de tesis doctoral durante todo un año. En efecto, cada año se producen denegaciones de renovación justificadas por la no asistencia a las “Jornades Doctorials”. Un riesgo especificado en la convocatoria, y, por tanto, indiscutible, como si los becarios hubieran estado en algún momento en disposición de manifestar su desacuerdo. Algo así como el “lo tomas o lo dejas” de un contrato laboral redactado por el empleador y firmado resignadamente por el empleado que necesita trabajar para vivir.
En la organización del evento participa una larga serie de empresas privadas: los psicólogos que “dinamizan” las actividades en grupo (OPS NEO y los trabajadores autónomos que trabajan para ellos), los organizadores del “outdoor training” (de nuevo sic), quienes regentan el propio alojamiento, etc. A esta lista se vienen a sumar buena parte de los ponentes invitados que representan también a empresas (Laboratorios Esteve, Buenaidea, Advancell, Bioibèrica, Leitat, Michaelpage, Meteosim, Neurosciences Technologies, Polyphonic, Adiciona). También participan agencias e instituciones de carácter estatal o paraestatal, relacionadas con el fomento de la actividad empresarial, como el “Centre d’Innovació i Desenvolupament Empresarial” (CIDEM), la “Fundació Catalana per a la Recerca i la Innovació” y las propias universidades públicas catalanas. El resultado es la escenificación de una especie de complicidad absoluta entre el Estado (en este caso la Generalitat) y los intereses privados.
La mayor parte de los ponentes provienen de disciplinas tecnológicas o biomédicas, proclives a la explotación empresarial de los descubrimientos científicos. La escasez de representantes de las Humanidades y Ciencias Sociales se atribuye a su incapacidad de adaptación a las circunstancias de nuestra “sociedad del conocimiento” basada en la innovación y la iniciativa empresarial, y no se interpreta como lo que es: un síntoma del absoluto desinterés que la actividad mercantil provoca en la mayor parte de estos investigadores. La reivindicación de la investigación no aplicada y del trabajo intelectual no traducible en términos de rentabilidad ni de cuantificación suena extravagante en semejante ambiente. Los becarios que no tienen previsto fundar ninguna empresa y que evitarán en lo posible trabajar en una multinacional asisten con resignación a unas mesas redondas sin ningún interés para ellos, pese a llevar títulos tan sugerentemente exhortativos como “Crea la teva pròpia empresa”, “Ara és el torn de l’empresa”, o “Millora les teves oportunitats laborals gestionant els teus contactes”. Así, el primer día se dedica al futuro inmediato tras la lectura de la tesis, pasando de puntillas sobre la carrera académica llena de altibajos, casi inexistente, que ofrece la Generalitat, y obviando totalmente la opción, en realidad contemplada por muchos, de emigrar al extranjero en busca de vientos más propicios para la investigación. El segundo día se elabora un “proyecto de innovación”, lo que obliga a todo el mundo a inventarse y a presentar ante los demás un producto cuya pertinencia reside únicamente en sus buenas perspectivas de mercado. Los días tercero y cuarto son más de lo mismo: relatos machacones de unos cuantos doctores muy satisfechos de haber abandonado a tiempo la senda sin futuro del sector público y del funcionariado, donde la innovación y la creatividad no son posibles. Los felices emprendedores, erigidos en ciudadanos modelo, proclaman la alegría –y, sobre todo, la libertad- con la que se vuelcan en sus empresas, nacidas, a menudo, en los viveros de las propias universidades públicas. Afirman, además, que, como la inmensa mayoría de los becarios que les escuchan, nunca habían pensado que iban a llegar tan alto.
Las actividades en pequeños grupos, por su parte, parecen sacadas de un manual de formación para comerciales. Los discursos de los “dinamizadores” aparecen salpicados con la terminología anglosajona del marketing y de las recetas para la gestión de recursos humanos. El mensaje central es que a los doctores recientes les llega la hora de venderse, de circular como un producto intercambiable por el mercado laboral, compitiendo entre ellos y tratando de hacerse imprescindibles para unos empleadores que, por el secular retraso y la estrechez de miras de nuestro empresariado, no valoran lo suficiente su perfil. Un perfil que, por otro lado, se desvincula absolutamente del ámbito de especialización de cada uno, de su condición de expertos en algo, porque en realidad las empresas demandan otras cosas. Así, el trabajo realizado durante el doctorado pierde toda sustantividad y es reducido a una apariencia de habilidades procedimentales: lo único que demuestra es que la persona es disciplinada y capaz de esforzarse en algo durante cuatro años. Las demandas de los empleadores del sector privado serán, por tanto, las únicas que determinarán la dirección de los esfuerzos futuros, y el doctor, todo ambición y dinamismo, es el responsable único de su propia flexibilidad y adaptación. Para ello, en todo caso, las “Jornades Doctorials” le proporcionan una caja de herramientas más bien burda e intelectualmente pobre, una especie de recetario sobre cómo redactar un curriculum o una carta de presentación, cómo hablar en público e incluso cómo confeccionar un póster científico. En definitiva, todo un dispositivo estandarizador que buscar imponer modelos hegemónicos en el proceder de la investigación y, sobre todo, en la posterior inserción laboral de los doctores. Nada, por otro lado, que los participantes en las “Jornades Doctorials” no hayan aprendido durante sus experiencias anteriores en el mundo del trabajo, a menudo ganándose el sustento durante la realización de sus estudios antes de obtener la beca. Sin embargo, se insiste en tratarles como completos inexpertos en el arte de buscar empleo. En el ranking de las obscenidades se llevan la palma las instrucciones sobre el uso de los contactos y las relaciones para perseguir los propios intereses, y también sobre la cosmética que ha de aplicarse a un curriculum para que resulte más competitivo, incluyendo, si hace falta, algunas mentirijillas sin importancia.
La metodología aplicada en las “Jornades Doctorials” tiene los ingredientes perversos de la dinámica de grupos. Los participantes llegan sin mucha idea de lo que allí va a ocurrir, en todo caso con alguna referencia vaga de los compañeros que asistieron en años anteriores. La subdivisión de los participantes, al principio desconocidos entre sí, en pequeños grupos heterogéneos pretende sacar partido de las simpatías y afinidades que surgen naturalmente durante la convivencia durante cuatro días. Se promueve la cohesión y la identificación grupal para aplacar los ánimos más bien hostiles con que muchos llegaron el primer día. Si bien, como es evidente, no se logran grandes cambios en las convicciones más firmes de las personas, sí que se neutralizan en cierta medida las resistencias más abiertas, permitiendo la gestión de un gran grupo que, al fin y al cabo, está encerrado contra su voluntad.
Pero esto no significa que una parte de los participantes no expresen su desacuerdo con la versión hegemónica de lo que debe ser el futuro de un doctor. En el propio grupo pequeño hay espacios para la expresión de la disidencia, que es canalizada a duras penas por los “dinamizadores”, a costa de su propia capacidad de resistencia psicológica, en un contexto en el que desempeñan un rol de parachoques. En efecto, ha habido grupos que se han negado a diseñar un producto innovador, o que lo han hecho en clave satírica, personas que han boicoteado alguna actividad (obligatoriamente) lúdica proponiendo una alternativa mucho más atractiva, e incluso algún pequeño motín nocturno con reivindicaciones festivas. Pero el descontento raramente trasciende estos límites y se propaga a las situaciones más oficiales. En estas se observa una aparente armonía, una conformidad monolítica en la que las disidencias toman forma de resistencia silenciosa: alguien lee un libro en lugar de escuchar al ponente, alguien se escapa al servicio durante un tiempo sospechosamente largo, alguien escucha música con unos pequeños cascos, o incluso algún becario soñoliento, tras los excesos de la última noche, no duda en tumbarse a dormir discretamente sobre la moqueta. Los organizadores gestionan todas estas evidencias con pequeñas negociaciones y algún incentivo en especie, ansiosos de que todo quede en nada y de que, una vez más, las “Jornades Doctorials” se cierren proclamando el éxito rotundo que justificará su reproducción absurda al año siguiente.
En definitiva, el mensaje de las “Jornades Doctorials” contiene el sesgo de la confusión, hoy tan generalizada, entre investigación e innovación, entre ciencia y tecnología, entre conocimiento y utilitarismo, con el reduccionismo que provoca valorarlo todo desde el punto de vista de la aplicación y la rentabilidad. Se sostiene que los becarios han contraído una deuda con la Generalitat y, a través de ella, con la sociedad, y que por ello deben apresurarse a crear empresas que contribuyan a la prosperidad económica del país. Aparentemente, la actividad realizada durante el doctorado no es una contribución capaz de saldar esa especie de deuda terrible: una muestra más de la desvalorización del contenido y la sustancia de las propias tesis. En todo caso estas, si han sido estratégicamente concebidas desde el principio, han de ser el trampolín que catapulte a los doctores al sector privado. Entran aquí en juego los tentáculos empresariales que irrumpen en la Universidad o en los centros públicos de investigación, en forma, por ejemplo, de convenios universidad-empresa. Se trata en muchos casos de estrategias privatizadoras de lo público que, en un proceso descrito como ideal en la doctrina oficial de las “Jornades Doctorials”, acaban dando como fruto el nacimiento de empresas “de base tecnológica”. Los doctores “no tecnológicos” tienen, por tanto, poco que decir en este orden de cosas. Y lo mismo ocurre con todos aquellos biólogos, físicos o incluso ingenieros que tienen el defecto de carecer totalmente de vocación emprendedora. Que también los hay.

M13 a Weissensee


Ante el poco éxito de mis planes, decidí redirigir mi rumbo. Volví a montar en el tranvía M13 con la idea de ver exactamente qué recorrido hace hasta Wedding. Continuamos atravesando aquellas avenidas de grandes bloques rehabilitados y, más allá del terreno conocido, llegamos a Weissensee. La arquitectura fue haciéndose menos mastodóntica y también menos moderna a medida que recorríamos el Weissenseer Weg y la Indira-Gandhi-Strasse. Cruzamos una zona de grandes espacios, cementerios, fábricas, instalaciones deportivas, los talleres de la BVG... hasta que, por fin, torcimos por la Berliner Allee y nos encontramos en una zona de Altbau bastante comercial en torno a la Antonplatz. Pensé que todo aquello resultaba agradable, muy "barrio", y que casi ninguno de mis amigos y conocidos contempla la posibilidad de irse a vivir por allí. Pese a su estética no demasiado diferente a la de Friedrichshain, Weissensee está fuera del mapa mental de la mayoría.

Volkspark de invierno

Retrocedimos algunas paradas de tranvía y fuimos a pasear por el Volkspark. Hacía un sol frío que invitaba al paseo, y aquello estaba atestado de gente. Nos llamaron la atención especialmente varios padres y madres multitarea que hacían jogging con el carrito del bebé. El récord fue para una chica que corría, empujaba el carrito, sostenía la correa del perro y hablaba por teléfono. Guau.
Pero el paseo por el parque también nos dio qué pensar... Y pensé que había algo de ciudadanía en aquel derecho universal al espacio y al contacto con la naturaleza. Todo lo contrario a la aspiración individual de conseguir un adosado con un jardín ridículo por el que pasar el cortacésped los domingos.

el 240


El viernes (23/2) llegaba, por suerte, D., de modo que me tocó hacer el viaje correspondiente hasta el aeropuerto de Tegel. Lo hice primero con el bus 240 y luego con el TXL a partir de la Hauptbahnhof. Todavía no me canso del primer tramo del viaje, un trayecto por entre todas las tipologías constructivas y humanas posibles en Berlín Este: de Boxhagenerplatz a Ostbahnhof, los grandes bloques de Andreasstrasse y Karl-Marx-Allee, la parte Noroeste del barrio hasta el Volkspark y Platz der Vereinten Nationen, para luego internarnos en Mitte a través de los horizontes amplios de Mollstrasse y Otto-Braun-Strasse, sorprendernos con el aspecto algo más variado, abigarrado y hasta sórdido de Torstrasse en todo su recorrido, hasta la zona fronteriza de la Charité, con la ausencia evidentísima del Muro y, por fin, los descampados casi de diseño en torno a la flamante Hauptbahnhof.

Antropología social del mundo contemporáneo

Estos días, unos cuantos doctorandos del Departamento (Antropología, UB) estamos enfrascados en la organización de un Curso de Extensión Universitaria titulado "Antropología del Mundo Contemporáneo"... y se me ocurre que, por una vez, este blog puede ser también un instrumento de difusión.

Se trata de ofrecer una introducción a las diferentes áreas temáticas y preocupaciones de la Antropología, acercándolas a la realidad contemporánea mediante la presentación de investigaciones etnográficas recientes.

El programa es el siguiente:
1. Fundamentos de la Antropología social (7,5 créditos)
· Introducción a la Antropología: Historia, Herramientos y Conceptos
· Antropología Política
· Antropología Religiosa
· Antropología Económica
· Antropología del Parentesco
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Os ahorro los detalles prácticos: los encontraréis en www.ub.edu/antropo/CEU/CEU_2007_08_Programa.pdf , y también podéis hacer cualquier consulta en esta dirección: curs.extensio@gmail.com

la tercera piel


Dediqué un rato a comprar algunos libros por Internet. Uno de ellos, de relatos sobre los sintecho en Alemania, se titula "Die dritte Haut" ("La tercera piel"). Según Google, el título es una metáfora relativamente frecuente para referirse a la vivienda. Esto me hizo reflexionar sobre la naturalización de esta como algo intrínseco a la condición humana... El resultado es la deshumanización de quien no dispone de casa, o de quien no habita en las condiciones normativas. Consideraciones morales sobre la dignidad del hábitat que no todo el mundo tiene por qué compartir, pero que, sin embargo, son fuertemente hegemónicas. Para advertir esto no hay nada como fijarse en lo que ocurre cuando se producen situaciones "anómalas": los indigentes, los habitantes de caravanas que se instalan en un solar o quienes okupan un edificio que no les pertenece.

¿La vivienda en Polònia?


Para compensar el tono pesimista-realista del artículo del otro día, no me resisto a colgar este vínculo a un gag del programa Polònia de TV3:

(¿Cielos, será que tengo la cabeza ya puesta en Barcelona?)

BARCELONA: ¿CIUDAD DE (FUTUROS) PROPIETARIOS?

Para variar un poco, copio aquí un artículo periodístico que he escrito estos días sobre la situación de la vivienda en Barcelona. Se trata de un encargo de una revista berlinesa especializada en estas cuestiones. Veréis que, tal y como me pidieron, tomo varias veces Berlín como término de comparación. Entre ambas ciudades media (todavía) un abismo...

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Constitución Española, Artículo 47.
Todos los españoles tienen derecho a disfrutar de una vivienda digna y adecuada. Los poderes públicos promoverán las condiciones necesarias y establecerán las normas pertinentes para hacer efectivo este derecho, regulando la utilización del suelo de acuerdo con el interés general para impedir la especulación.
La comunidad participará en las plusvalías que genere la acción urbanística de los entes públicos.

1. CONDICIONES ESTRUCTURALES

Para una barcelonesa que llega a Berlín, dos de las diferencias más claras entre la ciudad de origen y la de acogida tienen que ver con la vivienda. Por un lado, los precios, tanto de compra como de alquiler, parecen ser aquí mucho más asequibles. Por otro, en contraste con la escasez de pisos de alquiler en Barcelona, donde sólo constituyen un 10% del total de viviendas, Berlín es indudablemente una ciudad de arrendatarios, con un 88% de viviendas en esa situación [Fuente: Der Berliner Wohnungsmarkt, Informe 2005]. La pregunta surge casi automáticamente: ¿Cuáles son las razones de tales contrastes?

Durante los últimos cuarenta años, la política española en materia de vivienda ha incentivado fuertemente la compra. La función social de la vivienda, como respuesta a un derecho básico, es difícil de compatibilizar con su papel como objeto de inversión.
Ante las carencias de un Estado poco presente en la vida de las personas, sobre todo en comparación con los Estados de bienestar del centro y el norte de Europa, los españoles han tendido a buscar vías para compensar la incertidumbre económica. Este es, por ejemplo, uno de los elementos que explica la importancia de la economía sumergida como fuente complementaria, cuando no única, de ingresos familiares. Los ciudadanos tratan de salir adelante y sienten la necesidad de prepararse, por ejemplo, para la vejez, en una situación de pensiones casi universales pero reducidas. Al mismo tiempo, tratan de asegurar la seguridad material de sus hijos. En estas circunstancias, la inversión en la vivienda familiar se entiende como un elemento de estabilidad, al tiempo que la adquisición de segundas residencias es una estrategia más de inversión a la que no sólo aspiran las grandes empresas inmobiliarias, sino también los ciudadanos con una economía familiar desahogada. Por su parte, las entidades de crédito ponen pocas trabas a las solicitudes de hipotecas, sabiendo que el riesgo de impago es pequeño y que, aún en esos casos, el propio piso hipotecado actúa como garantía. Los compradores firman hipotecas para devolver en treinta e incluso en cuarenta años, con unas aportaciones mensuales muy parecidas a lo que supondría el alquiler de un piso equivalente.
Resultado de esto es una gran fragmentación de la propiedad: no es habitual que todo un edificio de viviendas pertenezca a un solo propietario, sino que, habitualmente, en cada comunidad de vecinos hay una mayoría de pisos habitados por sus dueños y unos pocos en situación de alquiler.

El sector inmobiliario español es uno de los más atractivos para los inversores nacionales e internacionales, y se encuentra muy relacionado con el sector turístico. La política de los municipios en materia de vivienda y actuaciones urbanísticas se ha visto a menudo contaminada por los intereses privados, dado lugar a grandes acumulaciones de capital y a la llamada “cultura del pelotazo”, del enriquecimiento rápido, además de provocar un gran deterioro paisajístico y un crecimiento urbano insostenible, desvinculado de las necesidades reales de los ciudadanos.
En consonancia con esta fiebre constructora, las instancias oficiales sólo reconocen la vivienda de alquiler como una solución transitoria para determinados momentos de la vida, como la etapa estudiantil. Por ello, de entre las pocas inversiones en vivienda social, aún son más escasas las que se dedican a promover el alquiler. Las viviendas sociales se adjudican por sorteo, y son muchas las personas que, pese a tener dificultades reales para acceder a un piso, se ven excluidas del sistema de vivienda pública. Por ejemplo, en Barcelona se ha sorteado en este mes de febrero de 2007 una cantidad de viviendas públicas mucho más elevada de lo habitual. Aún así, la proporción entre los solicitantes y los agraciados habla por sí misma:

- Vivienda social de compra régimen general
Solicitantes: 48048
Agraciados: 391
- Vivienda social de compra precio concertado
Solicitantes: 37748
Agraciados: 220
- Vivienda social de alquiler tipo A
Solicitantes: 18694
Agraciados: 60
- Vivienda social de alquiler tipo B
Solicitantes: 24968
Agraciados: 59
- Vivienda social de alquiler para jóvenes menores de 35 años
Solicitantes: 22113
Agraciados: 837


Otra circunstancia que explica la impopularidad del alquiler tiene que ver con la legislación que regula los contratos. La Ley de Arrendamientos Urbanos, modificada en 1994, pretendía promover el alquiler de los pisos vacíos fijando una situación más ventajosa que atrajera a los propietarios. Según esta ley, los contratos tienen una duración de cinco años, tras los cuales la relación puede prolongarse de común acuerdo, pero también interrumpirse si el arrendador reclama para sí el uso de la vivienda. Por ejemplo, es relativamente habitual que un pequeño propietario decida de repente vender o dar otro uso a un piso que alquilaba provisionalmente, por ejemplo en el momento de la emancipación de sus hijos. En casos más extremos, ante la revalorización del suelo, los propietarios llegan a utilizar métodos mafiosos para forzar la marcha de los arrendatarios. Las amenazas, los cortes de servicios o la provocación de todo tipo de molestias son algunas de las estrategias utilizadas. En Barcelona, este fenómeno, bautizado como “mobbing inmobiliario”, se da de manera especialmente cruda en los casos de personas mayores que habitan viviendas de Ciutat Vella. La magnitud del fenómeno es tal que el propio Ayuntamiento ha abierto una oficina de atención a ciudadanos en esta situación, pero la propia oficina está bajo sospecha de estar propiciando de hecho el abandono de las viviendas por parte de los afectados.
En cuanto a las rentas, estas no se rigen por las condiciones objetivas de la vivienda, sino que, inicialmente, lo hacen por el principio de la libertad de pactos, y, a continuación, van aumentando en función del índice de precios. Esto se traduce en que el arrendatario, a merced del mercado libre y de su relación desigual con el arrendador, se ve obligado a aceptar unas condiciones que pueden ser ya de entrada desventajosas. El propio contrato establece el alquiler inicial, y no hay herramientas legales para forzar una inversión en mantenimiento o una reducción del alquiler por carencias en la vivienda. Asimismo, la responsabilidad sobre el mantenimiento y la modernización de la vivienda recae casi únicamente en el arrendatario, quien, como consecuencia de la precariedad de su situación, suele ser reticente a invertir en reformas sustantivas. Todo esto contribuye al deterioro de los pisos con el paso de arrendatarios sucesivos y refuerza la reticencia de los propietarios a arrendar sus viviendas. Estos optan a menudo por mantener los pisos vacíos y beneficiarse de su revalorización automática sin darles una utilidad social ni invertir en mejoras. Los pisos vacíos son, en definitiva, una promesa de ganancias futuras.

En torno a la vivienda existe, además, una potente economía sumergida que afecta tanto a las situaciones de alquiler como a las operaciones de compra-venta. Es relativamente habitual que los propietarios pongan como condición el pago en efectivo del alquiler para evitar la visibilidad de un ingreso en una cuenta bancaria. Asimismo, cada negocio de compra y venta de pisos incluye casi siempre una transacción en dinero negro, que evita al vendedor el pago de una parte de los impuestos. De todo esto se nutre también un sector en crecimiento: el de los intermediarios y agentes inmobiliarios, que proliferan vertiginosamente.

En el caso de las grandes ciudades como Barcelona, todos estos problemas se ven agravados por la alta densidad de población, la enorme demanda de vivienda y la escalada de los precios del suelo, que se va extendiendo a las poblaciones del área metropolitana a medida que los solicitantes de vivienda van resignándose a vivir cada vez más lejos del centro. Esta circunstancia no siempre elegida de la suburbanización ha de entenderse, además, en un contexto de medios de transporte público muy deficitarios, que contribuyen a jerarquizar los distintos barrios en función de su accesibilidad. Esto tiene efectos también sobre la adquisición y el uso de automóviles y motocicletas, inversiones que vienen a añadirse a los gastos ocasionados de manera directa por la compra o el alquiler de la vivienda. El resultado es que, directa o indirectamente, una buena parte de los ingresos de los barceloneses se destinan a cubrir estos gastos. Y hay que tener en cuenta que los ingresos medios no son más altos que en otros lugares (de España y de Europa) con situaciones habitacionales menos asfixiantes. La desproporción entre los ingresos y los precios de la vivienda provocan, además, la exclusión de las personas solas, dado que sólo en pareja es posible aspirar a una vivienda propia, ya sea de compra o de alquiler. En el resto de casos, se va imponiendo la modalidad del subalquiler y los pisos compartidos, que han dejado de ser una opción exclusiva de los estudiantes. El subarriendo, un problema que los políticos y planificadores consideraban erradicado, reaparece como en los momentos álgidos del éxodo rural que propició el gran desarrollo urbano de Barcelona durante el s.XX.


2. DISCURSOS Y PRÁCTICAS CULTURALES

El resultado más directo de la situación que acabo de describir es el discurso ampliamente extendido de que, dada la situación, resulta mucho más inteligente embarcarse en la compra de un piso que dejar pasar los años pagando un alquiler. Para muchas personas de varias generaciones, vivir de alquiler equivale a tirar el dinero, y sólo se acepta como una solución posible en situaciones de transición como la separación de una pareja o la emancipación temprana de un hijo. Frente a esto, la propiedad de la vivienda, incluso cuando es todavía una promesa que no se va a realizar antes de treinta o cuarenta años, proporciona seguridad y estabilidad a la unidad doméstica. Por lo general, el propietario de una vivienda, o quien está en proceso de convertirse en ello, se siente más plenamente “en casa” que el arrendatario. Sólo en esa situación desaparece la ambigüedad de las responsabilidades establecidas en el contrato de alquiler: para bien o para mal, el propietario decide sobre todo lo que ocurra en la vivienda. Y todo ello, además, con el pensamiento reconfortante de que su vivienda se revaloriza día a día, si bien en realidad nunca va a poder beneficiarse de esa revalorización, puesto que si la vendiera tendría que procurarse otro lugar donde vivir.
En estas circunstancias, la compra de la vivienda se presenta a menudo como una tarea y un objetivo de toda la familia que, a la larga, dará como fruto un aumento del patrimonio familiar y redundará en la seguridad ante los imprevistos. Funcionan aquí las solidaridades intergeneracionales: los padres suelen ayudar a sus hijos, ya sea directamente con el pago de la entrada, con la financiación de la hipoteca o simplemente actuando como avalistas con las propiedades ya adquiridas. Además, es bastante corriente que los hijos adultos permanezcan en el hogar paterno durante los primeros años de su vida laboral, ahorrando para la entrada de un piso y evitando “tirar el dinero” con un piso de alquiler.
Por otro lado, de acuerdo con el discurso cultural hegemónico que presenta la estabilidad (geográfica y de la configuración familiar) como un ideal, pagar una hipoteca durante cuarenta años con el respaldo de la familia no parece un gran problema. En estos cálculos suelen olvidarse, sin embargo, factores como la precariedad laboral o el aumento probable de los intereses. En este sentido, empieza a haber noticias de un aumento de la ejecución de hipotecas, si bien ese tipo de estadísticas suelen permanecer poco publicitadas.
En una situación de estas características, en la que nadie aspira a ser arrendatario durante un período prolongado, y donde esa opción se asocia con situaciones de exclusión (de falta de apoyo familiar, de inestabilidad laboral, etc.), no sorprende en absoluto que casi nadie se apunte a una potencial conciencia colectiva que permitiera reivindicar alguna mejora. Porque, dadas las circunstancias, también la mayoría de los arrendatarios aspiran, en el fondo, a incorporarse al bando de los hipotecados, tras un golpe de suerte en el ámbito laboral, familiar o de las relaciones de pareja.


3. ACTUALIDAD: MOVIMIENTOS REIVINDICATIVOS, CASOS DE CORRUPCIÓN Y NUEVAS PROMESAS POLÍTICAS

Sin embargo, en los últimos meses se están produciendo algunos movimientos en relación con la reivindicación del derecho a la vivienda. Basándose en algo tan fundamental como el artículo 47 de la Constitución Española, diversos movimientos ciudadanos desvinculados de los partidos políticos tradicionales han empezado a movilizarse desde 2006 en muchas ciudades españolas. La convocatoria frecuente de manifestaciones ha logrado, como mínimo, la visibilización del problema de la vivienda en los medios de comunicación. El momento quizá más sonado fue la movilización contra la convocatoria de una cumbre de ministros europeos de la vivienda, que había de celebrarse en Barcelona y que terminó cancelándose para evitar las acciones de rechazo. También en Barcelona, ha habido protestas ante una feria inmobiliaria, ante un sorteo de viviendas de protección oficial, ante la prohibición de una acampada de la organización francesa de ayuda a los indigentes “Les enfants de Don Quixot”, etc. Al mismo tiempo, se incrementan las acciones de los okupas por toda la ciudad y el área metropolitana, al tiempo que la policía endurece su represión de las mismas tras el intento de okupación de Can Ricart, una fábrica emblemática del barrio de Poble Nou. También en los últimos meses, España acogió la visita de Miloon Kothari, un Relator de la ONU en materia de vivienda. El informe final de este observador dejó clara la legitimidad de las reivindicaciones de los movimientos sociales, caracterizó la situación española de grave y denunció en especial los casos de mobbing inmobiliario.
Ante todo esto, se han empezado a observar reacciones desde algunas instancias políticas, si bien no ha habido todavía concreciones legislativas. Por ejemplo, desde el Ministerio de la Vivienda se propone la transformación progresiva de las políticas de vivienda protegida para ir potenciando el alquiler en detrimento de la compra. En Madrid, la oposición exigía que se haga efectivo de manera automática el derecho a la vivienda para las capas sociales más desfavorecidas, apoyándose en el famoso artículo 47. El gobierno del País Vasco, por su parte, anunciaba la imposición de sanciones fiscales a los propietarios de pisos vacíos que se negaran a ponerlos en alquiler. También en Cataluña se apuntaba la posibilidad de que el poder público se encargara de alquilar las viviendas desocupadas, suspendiendo temporalmente algunos derechos de los propietarios. Este tipo de anuncios, no obstante, han provocado la indignación inmediata de los abanderados de los derechos de propiedad, y han agudizado el debate sobre la posibilidad de introducir regulaciones en un mercado tremendamente desregulado, una vez que los intereses creados han adquirido una dimensión enorme. En relación con estos intereses, en los últimos meses se ha descubierto una infinidad de tramas de corrupción urbanística en muchos municipios, ya no sólo en los lugares más turísticos de la costa, como Marbella, sino también en pueblos del interior que aspiran a convertirse en grandes ciudades dormitorio.
En definitiva, la llamada “burbuja inmobiliaria” de la economía española, resultado del laissez-faire que durante años ha caracterizado la política en materia de vivienda, no parece reducirse, si bien, según algunos analistas, tiende a desacelerar su crecimiento. Pese a las advertencias sobre el endeudamiento de las familias, el hecho es que el mercado inmobiliario sigue siendo el gran foco de actividad de la economía española. Esto, unido a la ineficacia de unas regulaciones que ya llegan tarde, si es que llegan, acentúa la acumulación de la riqueza en pocas manos y la marginación de quienes no son capaces de aguantar el tirón. Cuando esto afecta, además, a un derecho básico como es el de la vivienda, la situación adquiere un carácter mucho más dramático.

En comparación con la situación de Berlín, en Barcelona se vive prácticamente en un contexto de mercado libre en lo que se refiere a la vivienda. En los recientes movimientos liberalizadores de la Wohnungspolitik berlinesa se observa sólo el embrión de lo que en Barcelona es ya un monstruo incontrolable. Sólo cabe esperar que, dadas las diferencias notables entre un escenario y otro, Berlín y sus gobernantes no tomen como modelo esa capital catalana que trata mucho mejor a sus visitantes que a quienes se detienen a habitarla.

los días claros


Decía que aquel miércoles fue algo menos oscuro, y la afirmación es a la vez metafórica y literal. En los días claros, no necesariamente soleados porque sería mucho pedir, se me deshilacha el nubarrón de la cabeza y me entran ganas de salir a pasear y a hacer fotos. De ahí el sesgo que presentan estas últimas: pareciera que Berlín es un lugar de cielos altos, ¡pero eso no es así a diario!

quién fuera niña... en Prenzlauer Berg


Los acompañé a un Eltern-Kind Café [cafetería para padres y niños] en Prenzlauer Berg, junto a la Gethsemanekirche, en un rincón de una replaceta con columpios y pinta de paraíso infantil. La chica del local, hispanohablante, nos contó que era artista y abría el local sólo cuatro horas por las tardes. Además de cafés y meriendas, ofrece también animació infantil, cuentacuentos, espectáculos de payasos... Incluso programa actividades en idiomas distintos del alemán, atendiendo a la demanda de un barrio con población de orígenes variados... y con suficiente capital cultural como para usar estos servicios. Una vez más pensé en la conjunción astral tan extraordinaria que tiene que darse para que una iniciativa empresarial así pueda prosperar en Barcelona: ¡sólo el hecho de pagar el arriendo de un local para abrirlo cuatro horas al día parece ya impensable!

de compras en Wedding


D. y yo nos independizamos para acercarnos a Wedding, barrio hasta entonces totalmente desconocido bajo el que, sin embargo, yo había pasado en metro el día anterior. Bajamos en Leopoldplatz y fuimos paseando por una gran plaza ajardinada y con iglesia. A los lados había calles y Mietkasernen ["cuarteles de alquiler"], pero pensé que, para ser un barrio de trabajadores e inmigrantes, el espacio de aquella plaza era un lujo berlinés que ya quisiéramos tener en Sants... Junto al metro nos encontramos con un mercadillo en proceso de desmantelamiento. Pero, durante el resto de nuestro paseo, apenas vimos un alma. Aquellas calles recordaban bastante a un Friedrichshain de domingo por la tarde, una vez pasados los tumultos del Flohmarkt [mercadillo de segunda mano] y del "brunch". Sólo algo más allá, en una tienda de alimentación que ocupaba toda una esquina, encontramos indicios de vida humana. ¡Una vida muy animada, por cierto! Fuera, en la acera, como es habitual en Berlín, estaban expuestas todas las frutas y verduras. La clientela se agolpaba en torno a unos vendedores que gritaban las virtudes de sus productos. Todo aquello se parecía más a un mercado que a las fruterías que se suelen ver en Friedrichshain, regentadas por vietnamitas silenciosos. Había incluso un vendedor apostado tras un puesto de lechugas al otro lado de la acera. Mientras le comprábamos una, no estábamos seguros de si trabajaba para la misma tienda o para la competencia. Cuando entramos a pagar, nos encontramos con un panorama inesperado: se trataba de un pequeño supermercado con productos turcos. Pudimos elegir entre decenas de tipos de olivas. Y me sentí casi como ante un puesto de encurtidos en algún mercado de Barcelona o de Zaragoza.

prejuicios lingüísticos


A partir de aquí me pareció que su discurso descarrilaba bastante, pero también pensé que sigo teniendo dificultades a la hora de dar crédito o no a lo que me cuentan en alemán. Me dije también que quizá este defecto sea en realidad una virtud, puesto que me libera hasta cierto punto de los prejuicios que se me podrían activar al oír mi propio idioma. Pensé, como tantas veces, en Malinowski, y me pregunté hasta qué punto él, confrontado con una sociedad y una lengua tan distantes de la propia, sería capaz de distinguir a un sabio de un loco entre los trobriandeses con los que conversaba.

Kyrill visita un Wagenburg

El jueves 18, cuando tenía prevista una visita a J. en el Wagenburg [descampado donde se instalan caravanas] donde vive, se declaró el estado de alerta por el huracán Kyrill. Los colegios cerraron a mediodía y, cuando me dirigí a casa de J. a esa misma hora, la encontré subida en lo alto de su caravana intentando sujetar los elementos sueltos y protegerse así del viento. Junto a ella trajinaba otra mujer, probablemente vecina. El Wagenburg ofrecía un aspecto poco acogedor bajo la lluvia, con el acceso totalmente embarrado.

Viendo lo atareada que estaba J., me apresuré a proponerle que lo dejáramos para otro día. Ella accedió y se disculpó repetidamente. Me pareció que verdaderamente tenía ganas de hablar conmigo.
Cuando salí del Wagenburg vi que tenía los pies empapados y llenos de barro. Y pensé que aquello, la vulnerabilidad ante los elementos, podía ser uno de los inconvenientes más inmediatamente perceptibles de vivir en un lugar así, aunque se intuyan también otras dificultades más sutiles. Durante los pocos minutos transcurridos, me había sentido algo discordante con mi paraguas en medio del barrizal, recién llegada de mi casa confortable, mientras las dos mujeres, empapadas, intentaban proteger sus caravanas del temporal.

de excursión por Hellersdorf


El domingo fui hasta Hellersdorf, donde había quedado con D. para que me enseñara el barrio, el último construido casi ex novo en la RDA. Se empezaron a ocupar edificios a principios de los ochenta, y los últimos son ya del 88, 89 e incluso 90. En origen, Alt Hellersdorf era uno más de los pueblecillos de Brandenburgo. Hubo incluso problemas ocn las potencias ocupantes cuando se quiso incorporar a Berlín este territorio, puesto que se habían impuesto límites al crecimiento de la ciudad hacia el Este.
Hellersdorf fue pensado como un barrio dormitorio con capacidad para 25000 habitantes, pero, ante las necesidades del momento, terminó teniendo 130000. Allí se mudaron personas procedentes del campo, y también llegó gente procedente de la Innenstadt [el centro de la ciudad]. Estos vieron cómo sus condiciones de vida mejoraban notablemente: D., por ejemplo, había vivido en Prenzlauer Berg, en una vivienda con WC exterior, con calefacción de carbón, etc. En general, D. afirma que la idea de Hellersdorf era buena, aunque, como ocurría con tantas cosas en la RDA, faltaron los recursos necesarios para llevarla a buen puerto.

en casa de una nonagenaria


Afortunadamente, acabó optando por llevarme de visita a casa de Frau H., su vecina de 97 años. El resultado fue estupendo. He de decir que me emocioné varias veces a lo largo de la entrevista, cada vez que me daba cuenta de que tenía delante un testigo de todo un siglo tan convulso. Y de que, además de haber vivido todo aquello (Primera Guerra Mundial; los años 20 con su explosión artística y cultural; la recesión económica posterior; el ascenso nazi y la escalada bélica; los bombardeos sobre Berlín; la ocupación soviética; la creación de la RDA; la construcción del Muro, tras el cual se le quedó una hija que le enseñó a su nieto levantándolo por encima de las alambradas; los años de socialismo real; el fin de la RDA y las transformaciones que le siguieron), Frau H. se mantiene hoy despuerta y activa, para nada molesta ante lo que han cambiado las cosas. Este tipo de espíritus, que un cliché algo manido describe como "jóvenes", suelen conmoverme. En la sonrisa frecuente de Frau H. se intuía incluso un aire travieso que parecía haber sobrevivido a las penurias y a las vueltas de campana de la historia. Para muestra, un botón: me contó que nació en Rummelsburg (una zona de Lichtenberg, aquí al lado) en 1910, y que por aquel entonces aún faltaba una década para que ese lugar formara parte de Berlín. Por tanto, Frau H. no es exactamente berlinesa, ¡pese a haber vivido cerca de noventa años en Friedrichshain!

Currywurst en Mehringdamm


Acabé la reunión francamente cansada y me dejé caer en el asiento de un autobús hasta entonces desconocido, el 140, que me llevó de paseo por zonas nuevas de Kreuzberg, casi Mitte y casi Friedrichshain. Todo ello después de una 'Currywurst experience' en el chiringuito exitoso de Mehringdamm con Yorckstrasse... Donde compartí mesa (sin sillas) con tres desconocidos, la totalidad de los cuales logró engullir su salchicha en mucho menos tiempo que yo. Lo suyo era fast food plus..

Silvester!


En Nochevieja asistimos a una fiesta bastante surrealista, en casa de un amigo de mi compañero de piso, sin uvas pero con mucho alcohol y un karaoke panorámico. A las doce se subió todo el mundo al tejado con una escalera de mano. Nosotros les seguimos, para no ser menos, y descubrimos un espectáculo bastante alucinante: los fuegos artificiales "oficiales" de la Puerta de Brandenburgo no eran nada comparados con los que lanzaba la gente de a pie por toda la ciudad, de modo que la performance abarcaba 360º y unas distancias kilométricas considerables, con lo desparramada que está esta ciudad. Los asistentes a la fiesta no tenían ningún inconveniente en acercarse peligrosamente al final del tejado (sin ningún tipo de barandilla), a cinco pisos de altura... Nosotros nos quedamos quietecitos en el vértice superior, que además era antideslizante, pero por todos los tejados de la zona había gente haciendo el loco...
Conclusión: los berlineses coquetean con el peligro la noche de San Silvestre, pero en los periódicos del día siguiente no aparecen crónicas de quemados (pese a los cohetes con trayectoria horizontal) ni de descoyuntados (pese a los equilibristas de los tejados). Las únicas víctimas fueron al parecer unos chicos q cayeron en una vía de S-Bahn... Y los barrenderos, que tienen faena los pobres con los restos de fuegos artificiales y las botellas lanza-cohetes abandonadas posteriormente.